jueves, 25 de agosto de 2011

"Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"

Hemos vivido muy recientemente un acontecimiento histórico de inmensa envergadura, a todos los niveles. Se ha celebrado en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), su Santidad el Papa Benedicto XVI ha venido a España para colmar los corazones de los jóvenes de todo el mundo de la verdad y la unión con Cristo. Verdaderamente ha sido una reunión espectacular, con jóvenes de 140 paises aproximadamente, de todos los confines del orbe, jóvenes que derrochan salud espiritual y que han demostrado al mundo un comportamiento ejemplar, únicamente por el denominador común que los unía: Jesucristo.

No puedo ser imparcial narrando la venida del Santo Padre, sigo emocionado y asombrado por todo lo que he vivido durante esta jornada, es demasiado difícil explicar lo que se siente espiritual y emocionalmente, por eso continuaré sin más.

El Papa ha dado un mensaje de esperanza a los jóvenes, es muy inteligente y sabía cómo transmitírnoslo a la perfección, los jóvenes sostendremos el mundo dentro de poco tiempo, somos los nuevos evangelizadores del siglo XXI, de aquí deben salir los santos del tercer milenio. Ya sea mediante el sacerdocio, la vida religiosa o la vida laica (laica de verdad, no la que difunden los chupatobillos de Sol) daremos a las nuevas generaciones la verdad de la Iglesia, la verdad de Dios. Yo, personalmente, les narraré estos días vividos a mis hijos, cómo me sentí cuando vi al Vicario de Cristo tan cerca, les contaré la aventura que vivimos bajo la tormenta, a la que todos resistimos, porque como dijo Benedicto XVI "sois más fuertes que la lluvia", les contaré lo mucho que adoro al Papa, lo increible que era estar dónde estuvimos y la fuerza espiritual que desencadenó en los jóvenes cristianos de todo el planeta.

Nunca habría deseado tener que hablar de esto, de los innombrables, de las serpientes que se reunen en esa plaza ya tan odiada por todos. Organizaron la llamada "marcha laica" (lo que, como he dicho antes, no dice mucho de su intelecto de rematada izquierda), una marcha más provocativa que reivindicativa, como todo lo que hacen estos indeseables. Pero hay algo que no supieron ni quisieron ver, que Cristo estaba ahí en medio, purulando por esas calles sucias y arañadas por el odio, justo allí, en Sol, con cientos de jóvenes dispuestos a dar la vida por Cristo (dudo que ellos hubiesen dado la vida por Stalin o Mao, ojalá.), jóvenes que tienen claro lo que de verdad es importante en la vida, que no pasan la vida protestando inmerecidamente. Fue grandioso, glorioso, casi celestial el momento en que las respuestas a los insultos fueron oraciones por el perdón de los injustos, y ante una soberbia paliza o intento de ella, los míos, mis hermanos levantaban la cruz y les mostraban a Cristo. Sus caras eran de terror, verdadero pánico, pensarían: ¡no se mueven! ¡no devuelven las collejas! ¡¡no gritan!!, a esta generación católica no se le puede vencer con nada, ninguna parrilla les hará desesperar, ningún fuego les hará arder, si creen de verdad en lo que creen, son inmortales.

Estoy encantado con la visita de Benedicto XVI, con los jóvenes y el comportamiento santo y fraterno que han demostrado, abrumado y feliz al ver tantos jóvenes congregados y unidos por la misma causa. Pido de verdad a Dios que los frutos de estas jornadas enciendan en los jóvenes, como yo, la llama que necesita el mundo para renacer, edificarse en Cristo y que a partir de ahora todos los católicos, pase lo que pase, vivamos firmes en la fe.

GRACIAS AL SANTO PADRE, BENEDICTO XVI POR ILUMINAR A ESTA PRECIOSA JUVENTUD. ¡VIVA EL PAPA!


Fdo: Ricardo Corazón de León