"Y a los tibios los vomitaré de mi boca"

La historia nos ha mostrado cómo avanza y se desarrolla una civilización, cómo cambian los pensamientos, la idea de belleza, la estructura social y política, etc. pero lo que nunca hemos leído en los libros de historia es la falta total de conciencia propia en las mentes de las personas, el atontamiento colectivo de las masas, el resultado de la actuación del Gran Hermano que, con total descaro y desvergüenza, ha conseguido su objetivo primordial, que no es otro que el de taladrar cada cerebro y exprimirlo hasta que no quede nada, hasta que el ser humano, que ha sido capaz de doblegar naciones enteras y de conquistar medio planeta, acabe tumbado en el sofá de su salón, con una Carlsberg en la mano, el televisor empotrado en sus ojos y babeando por la infinita bondad del Estado. Ese pobre indigente, ajeno a todo concepto moral, es capaz de arrodillarse y meter la cabeza en el váter sin pensarlo dos veces, siempre y cuando sea "bueno" para el necio poder de los que gobiernan este mundo.


Yo me pregunto muchas veces cómo hemos llegado a este punto, cómo es posible que en el propio núcleo de la Iglesia sean capaces de decir a alguien: "Joe, tío, eres extremadamente católico". No existe extremo en lo infinito, y si eres tan católico como dicen, ¡gracias a Dios!. Nunca antes se había visto a un bautizado maldiciendo a la Iglesia, a un bautizado aprobando el aborto, la eutanasia. Digo, con pleno conocimiento del término, que el momento que vivimos es espeluznante, y no miento cuando digo que hay noches que no soy capaz de dormir pensando qué más dirán estos cantamañanas que utilizan el poder en contra de las personas y del bien, y me pregunto ¿por qué, Señor? ¿qué propósito tiene toda esta locura? ¿Adónde vamos?. Siempre me he imaginado que algún día llegará la resistencia con estandartes teñidos de rojo, de la sangre del malvado opresor que trata de perder nuestras almas, que algún día mi compañero de universidad o de trabajo cogerá su escudo y espada y caminará junto a mí en la batalla por la victoria de Cristo en la tierra y permaneceremos juntos en la paz eterna del paraíso bendito.


La gente no quiere salir de sus casas, no quieren levantar su bandera y luchar por lo que más quieren o pretenden cambiar. Pero ahí está el problema, es que no quieren nada, no quieren un gobierno socialista ni quieren un gobierno de derechas, no quieren ser budistas ni evangelistas, no quieren salado ni dulce, son pobres borregos que como en el anuncio del Metro creen que alguien les ha montado la ciudad y todo funciona de maravilla. Somos yonquis, esclavos de nuestra dosis de heroína diaria, que nos lleva a mundos donde todo es maravilloso y nadie puede hacernos daño, pero tranquilos todos, porque las drogas se pueden dejar...


¡Veamos nuestras banderas ascender mientras cantamos victoria!

Fdo: Ricardo Corazón de León